miércoles, 2 de abril de 2014

VI CLAVE DE SOL



VI
CLAVE DE SOL

Incuestionablemente, lo que más importa en la vida es la realización íntima del Ser. Alguna vez interro­gué a mi Divina Madre Kundalini, diciéndole:
-¿El camino que ha de conducir hasta la resurrec­ción, es demasiado largo?
Ella me respondió:
-No es que sea tan largo, lo que pasa es que hay que labrarlo, cincelarlo, trabajar duramente en la pie­dra filosofal. Hay que darle a la piedra bruta la for­ma cúbica perfecta.
Nuestra divisa es THELEMA, es decir, voluntad. Empecemos por despertar conciencia. Obviamente, to­dos los seres humanos están dormidos y es necesario despertar para ver el camino. Lo esencial es desper­tar aquí y ahora. Desafortunadamente la gente duer­me; parece increíble, pero así es.
Andamos por las calles con la conciencia dormida. Estamos en la casa, en el trabajo, en el taller, en la oficina, etc., con la conciencia profundamente dor­mida. Manejamos el automóvil y vamos a la fábrica con la conciencia tremendamente dormida.
La gente nace, crece, se reproduce, envejece y muere con la conciencia dormida, y nunca sabe de donde viene ni cuál es el objeto de su propia exis­tencia; lo más grave es que todos creen que están despiertos.
Muchas personas, por ejemplo, se preocupan por sa­ber muchas cosas esotéricas, pero nunca se preocupan por despertar conciencia. Si la gente se hiciera el propósito de despertar aquí y ahora, de inmediato po­dría conocer todo aquello que para ella son enigmas; y por eso es que existe el escepticismo, porque el escéptico es ignorante. Ignorancia es conciencia dor­mida.
Ciertamente, debo decirles a ustedes en nombre de la verdad que existe el escepticismo por la igno­rancia y que el día en que el hombre deje de ser ig­norante y despierte conciencia, de hecho desaparecerá el escepticismo, porque ignorancia equivale a escepti­cismo y viceversa.
Nuestra doctrina ciertamente no es la de convencer escépticos, porque si hoy convencemos a 100 escépti­cos, mañana aparecerán diez mil y si convencemos a los diez mil, aparecerán cien mil y así no terminaría­mos nunca.
El sistema para conseguir la realización íntima del Ser es cuestión de “trabajos conscientes” y “padeci­mientos voluntarios”, pero es necesaria la continuidad de propósitos en los 3 factores de la revolución de la conciencia.  Lógicamente, para lograr el despertar de la conciencia se necesita morir de instante en ins­tante, de momento en momento.
El hombre dormido en presencia de una copa de licor termina borracho. Cuando el hombre dormido se encuentra en presencia del sexo opuesto, termina fornicando. El dormido se identifica con todo cuanto le rodea y se olvida de si mismo.
Me viene en este momento a la memoria el caso insólito de Piotr Demianovich Ouspensky, quien cuan­do caminaba por las calles de San Petersburgo se ha­bía propuesto no olvidarse ni un instante siquiera de sí mismo. De momento en momento se estaba recor­dando, dice que hasta veía un aspecto espiritual en todas las cosas, como que se sentía transformado y aumentaba su lucidez de tipo espiritual, etc. Sin em­bargo, sucedió algo muy curioso... De pronto sintió la necesidad de entrar a una cigarrería a mandar a pre­parar sus tabacos. Ciertamente, después de que ya lo atendieron y le despacharon su pedido de cigarros salió muy tranquilamente fumando a lo largo de una avenida y anduvo por distintos lugares de San Peters­burgo, recordando distintas cosas, ocupado en diversos

asuntos intelectuales, etc., es decir, llegó a absorberse en sus propios pensamientos.
Hora y media más tarde estaba en su casa. De pronto observó bien su habitación, su cuarto de dor­mir, su sala, su escritorio, etc, y recordó que se ha­bía dormido, que había andado por muchos lugares con la conciencia despierta y que al entrar a la ciga­rrería sus buenas intenciones de permanecer despierto se hablan reducido a polvareda cósmica. Lamentó el caso. Desde la cigarrería tardó hora y media para llegar a su casa, todo ese tiempo lo pasó por las calles de dicha ciudad con la conciencia totalmente dormida.
Vean ustedes cuán difícil es permanecer uno de instante en instante, de momento en momento y de segundo en segundo con la conciencia despierta, y eso es lo primero: no olvidarse uno de sí mismo ni un solo instante, si es que tiene anhelos verdaderos de despertar.
Llegue uno a donde llegue, a cualquier sala, ande por las calles a pie o en carro, recorra lugares de día o de noche, esté donde esté, sea en su trabajo o en el taller, donde sea, tiene que estarse recordan­do a si mismo. En presencia de cualquier objeto her­moso, de cualquier vitrina donde se exhiban cosas muy hermosas, joyas muy preciosas, etc., tiene uno que no olvidarse de sí mismo, no identificarse con nada de todo aquello que lo fascine o le guste.

SUJETO
Hay necesidad pues de estarse recordando siempre a sí mismo, no solamente en lo físico, sino vigilando sus propios pensamientos, sentimientos, emociones, deducciones, apetencias, temores, anhelos, etc., etc., etc, y otras tantas cosas.

OBJETO
El segundo aspecto que me parece bastante intere­sante, mis caros hermanos, es no identificarse con las cosas, como ya lo dijimos. Si vosotros veis un hermoso objeto, un traje en la vitrina, una exposición de algo o una exhibición de lo que sea, como un auto­móvil muy bello o unos zapatos nunca vistos, un ani­mal raro o un elefante - que vuela o un camello que aparece en el medio de la sala, etc., lo fundamental es estar vigilantes y no identificarse con nada, saber distinguir entre lo normal y lo anormal, pues lo pri­mero que tiene uno que hacer es reflexionar.
No identificarse con el objeto, la cosa o criatura que está viendo, porque si uno se identifica con lo que está viendo, con la representación que tiene ante sus ojos físicamente, entonces sucede que se queda fascinado, es decir, de la identificación pasa a la fascinación y queda uno encantado, maravillado, iden­tificado, se olvida de sí mismo y luego cae en el sueño profundo de la conciencia.

Con ese proceder equivocado, dejándose fascinar tontamente, lo único que se consigue es que la con­ciencia siga dormida, mis caros hermanos, y eso es muy grave, gravísimo, gravísimo, gravísimo.

LUGAR

Me viene en estos momentos a la memoria un re­cuerdo insólito: Hace muchísimos años, cuando yo es­taba por allá en los países de Suramérica caminando el mundo, como dicen, porque yo siempre anduve pa­ra un lado y para otro, sucedió que una noche cual­quiera me vi a mí mismo atravesando un jardín, luego llegué a una sala, la atravesé y por último pasé a una oficina de abogado. Allí vi a una señora de cier­ta edad, algo canosa, muy simpática, que sentada al pie de un escritorio me recibió, luego se puso de pie para darme la bienvenida.
De pronto, observé que sobre, el escritorio habían dos mariposas de vidrio; bueno, eso no tiene nada de raro, ver dos mariposas, ¿verdad? Pero lo interesante era que las dos mariposas tenían vida propia, movían sus alas, sus cabecitas, sus patitas, ¿eso sí es raro verdad? Eso era algo insólito y extraño, un par de mariposas de vidrio con vida; pues no es normal, cla­ro que no es natural mis caros hermanos, eso ya es raro, es un caso de ponerle mucho cuidado.
Pues bien, ¿saben ustedes lo que hice yo? No me identifiqué con el par de mariposas, únicamente refle­xioné, me dije a mí mismo: ¿Cómo es posible que hayan en el mundo mariposas con alas de vidrio, con cuerpo de vidrio, patas de vidrio, cabeza de vidrio y que respiren y tengan vida propia como las naturales? Así reflexioné, mis caros hermanos. ¿Qué tal que yo me hubiera identificado con las mariposas sin hacer ningún análisis, sin reflexionar en las tales mariposas de vidrio?, ¿qué les parece que yo me hubiera fasci­nado, me hubiera encantado y hubiera caldo en la in­consciencia? Pues eso hubiera sido insensato, ¿verdad?
Pero yo reflexioné, me dije a mi mismo: No, esto está extraño, esto está muy raro, imposible que haya esta clase de criaturas en el mundo físico, no, no, no, esto no es normal, aquí hay gato enmochilado, aquí hay algo raro. Esta clase de fenómenos, que yo sepa, no existe en el mundo tridimensional, esto sólo es posible en el mundo astral, a no ser que yo esté en el astral. ¿Será que estoy en el mundo astral?
Entonces me pregunté a mí mismo: ¿Será que yo estoy dormido, será que he dejado mi cuerpo físico en algún lugar? Pues esto está muy raro y para salir de dudas voy a dar un saltito con la intención de flotar, a ver si es que estoy en astral o a ver qué es lo que pasa. Así me dije, hermanos, con toda con­fianza les digo a ustedes que así procedí; claro, tenía que proceder así y no de otra manera, ¿verdad? Pero me daba como pena ir a dar un salto ahí, delante de esa señora. Entonces me dije a mí mismo: esta seño­ra puede creer que estoy pasado de maracas, dando saltos aquí en su oficina; aunque todo era tan normal, un escritorio como cualquiera, la silla donde se sen­taba la señora era de esas que giran de un lado para otro, había dos candelabros en aquel despacho, ahora que recuerdo, uno a la derecha y otro a la izquierda, parecían de oro macizo.
Esto lo recuerdo con mucha exactitud, mis caros hermanos, aunque ya hace mucho tiempo, muchos años. Sin embargo, recuerdo que los candelabros eran de siete brazos; pues yo estaba muy joven en aquella época. Bien, hablando aquí con toda confianza, yo no hallaba nada extraño en ese consultorio, todo era co­mo normal en aquel despacho, pero al poner la vista en las mariposas, era lo único realmente raro. Por lo demás, yo decía: Esta señora nada tiene de extraño, es tan normal como todas las señoras del mundo, pe­ro estas mariposas me tienen intrigado, eso de que tengan vida propia está muy raro. Bueno, sea como sea, resolví salirme de ahí y entonces lo hice con la intención de dar el saltito, ¿entienden? Claro, tenía que dar alguna disculpa a la señora; le pedí permiso, le dije que necesitaba salir un momento y salí de allí.
Ya fuera del corredor y seguro de que nadie me estaba observando, di un salto alargado con la inten­ción de flotar... Y que tal si les digo a ustedes lo que sucedió, pues sinceramente les cuento que inmediatamente quedé flotando en el ambiente circundante. Claro está que me sentí delicioso, mis caros herma­nos, delicioso. Me dije entonces a mí mismo: estoy en cuerpo astral, aquí ya no hay ni la menor duda. Recordé que había dejado mi cuerpo físico dormido en la cama hacía unas cuantas horas y que moviéndo­me por ahí en el astral había llegado hasta allí, a aquel despacho.
Regresé al despacho aquel, me senté nuevamente ante la señora y le hablé con mucho respeto, le dije:
Vea señora, nosotros estamos en cuerpo astral. La señora apenas me miró con ojos como de sonámbula, extrañada. No me entendió, no me comprendió. Sin embargo, yo quise aclararle un poco y le dije: Seño­ra, recuerde que usted se acostó a dormir hace unas cuantas horas, así pues no se le haga raro lo que le estoy diciendo. Su cuerpo físico está dormido en la cama y usted está aquí en astral, está platicando conmigo...
Pero definitivamente aquella señora no entendió, estaba profundamente dormida, tenía la conciencia dormida. Viendo que todo era inútil, comprendiendo que no despertarla ni a cañonazos a esa pobre señora que jamás se habla dedicado a esta labor de desper­tar conciencia, pues francamente mis caros hermanos resolví pedirle disculpas y me fui.
Bueno, como cosa curiosa quiero contarles a uste­des que muchos años después, tal vez unos 30 años o más, tuve que viajar a Taxco, Guerrero. Taxco es un pueblo muy hermoso situado sobre una ladera y construido al estilo colonial. Sus calles están empe­dradas como en la época de la colonia y es muy rico por cierto, tiene muchas minas de plata y se venden objetos y joyas muy hermosos de plata.
Yo tenía que viajar a aquel lugar porque habla al­guien a quien yo le estaba haciendo algunos remedios, pues quería curarse y que yo le ayudara en el proce­so de la curación; era un pobre paciente muy enfer­mo...
Bien, llegué a una casa, atravesé el jardín y llegué a la sala, la que reconocí de inmediato. Había allí una señora, la miré y la reconocí, la misma que ha­bla visto muchos años atrás en astral, detrás del es­critorio, a excepción de que esta vez estaba ella en la sala.
Me invitó a pasar un poco más adelante y encontré el famoso despacho de abogado, donde hacía tantos años yo habla llegado en astral. Ahora en vez de es­tar la señora en el escritorio, estaba su marido, un hombre más bien educado y dedicado a la abogacía sin título, en algunas partes les llaman tinterillos; bueno, llámenlo como sea. Lo cierto fue que él esta­ba sentado allí, en dicho despacho. Se paró para dar­me la bienvenida y luego me hizo sentar frente a su escritorio. Reconocí inmediatamente el despacho y reconocí a la señora.
Entonces sucedió que como a aquel hombre le gustaban un poco estos estudios de tipo espiritual, plati­camos y dialogamos un rato sobre estos asuntos, por­que a él le gustaba todo lo que se tratara de estu­dios esotéricos. Luego lo sorprendí un poco cuando le dije:
-Señor, yo estuve aquí hace ya algún tiempo. Estu­ve en cuerpo astral, fuera del cuerpo físico y usted sabe que uno se mueve, anda y va de un lugar a otro -el señor ya conocía un poco de estas cosas y no se le hizo raro-.
Luego le dije:
-Vea, en este escritorio habían dos mariposas de vidrio. ¿Qué pasa, dónde están las mariposas?
Entonces rápidamente me contestó:
-Aquí están las mariposas, aquí mismo, véalas usted. Levantó unos periódicos que habían encima del escri­torio y ciertamente ahí estaban, dos mariposas muy bellas de vidrio... Claro, se quedó muy sorprendido de que yo conociera esas mariposas. Luego le dije:
-Pero falta algo más. Yo estoy viendo un candela­bro de siete brazos, pero son dos. ¿Dónde está el otro, qué se hizo?
-Aquí está el otro, véalo aquí -me respondió el se­ñor del despacho-. Quitó unos papeles y periódicos que habían allí y ciertamente sacó el otro candela­bro, apareció para confirmar aún más mis aseveracio­nes. Claro, el hombre llegó al asombro.
Luego le dije:
-Sepa usted que yo a su señora la conozco, pero cuando yo vine aquí su señora estaba en el escrito­rio -bueno, maravillado quedó el señor-.
A la hora de la cena nos sentamos todos alrededor de una mesa redonda y entonces sucede algo verdade­ramente inusitado: aquella señora me dice allí, en presencia del mismo señor:
-Yo lo conozco a usted hace mucho tiempo, no sé exactamente dónde lo he visto..., pero yo lo he visto antes en algún lugar. De todas maneras usted no es una persona desconocida para mí.
Inmediatamente codié yo al señor y le dije:
-¿Se da usted cuenta? ¿Se ha convencido usted de mis palabras?
Bueno, el asombro de aquel hombre llegó al máxi­mo. Desafortunadamente, y eso si es muy grave, mis queridos hermanos, aquel hombre estaba tan agarrado por su secta, dijéramos, de tipo romanista, que fran­camente no entró en el camino por eso, por la cues­tión sectaria. ¡Ah!, si no, hubiera venido al camino, porque yo le di pruebas extraordinarias, pruebas que para él fueron contundentes y definitivas, pues quedó asombrado para siempre, ¿no?
Lamentablemente su religión no lo dejaba, lo con­fundía y se enredaba en todos aquellos dogmas de ti­po religioso, etc., etc., etc. Bueno, han pasado ya muchos años, sin embargo, yo no he podido dejar de relatarles a ustedes este acontecimiento.

Así pues, recomiendo “división de la atención en tres partes”:

1-    SUJETO, o sea uno mismo. No olvidarse de sí mismo ni un solo instante.

2-    OBJETO: observar todas las cosas, como el caso que les he contado de las mariposas. Qué tal que en este mismo momento de estar ustedes leyendo este libro llegara una persona que ya murió hace muchos años y les hablara. Seria usted tan ingenuo
o      ingenua, estarían tan distraídos como para no preguntarse a sí mismos: ¿Qué es esto? ¿Será que estoy en astral?
¿Sería usted tan despreocupado de no hacer el experimento y dar el saltito? Bueno pues, no olvi­den que cualquier detalle, por insignificante que sea, debe ser motivo como para hacer ese tipo de reflexiones. Todo debe ser estudiado detenida­mente y uno debe preguntarse a sí mismo: ¿Por qué estoy aquí?

3-    LUGAR: uno no debe vivir inconsciente. Cuando lleguemos a tal o cual lugar, debemos observarlo detalladamente, muy minuciosamente y preguntarse a sí mismo: ¿Por qué estoy yo aquí en este lugar? Y a propósito: Usted que está leyendo este libro, dígame, ya se preguntó ¿por qué está ahí en ese lugar donde se encuentra leyendo? ¿Ya se torno la molestia de observar su lugar, el techo o las paredes, o el espacio que le rodea? ¿Ya observó el piso o el sitio, arriba, abajo o a los lados atrás de usted o hacia adelante?

¿Ya miró usted (y si hay varias personas), ya mi­raron las paredes y su alrededor para hacerse la pregunta? ¿Dónde están? ¿Y si no se la han hecho, qué tal, eh? Está usted leyendo acaso inconsciente­mente este libro? Es claro que uno nunca debe vivir inconsciente, hállese donde se halle, encuén­trese donde se encuentre, en una casa, en la ca­lle, en un templo o en un taxi, o en el mar o en un avión, etc. Donde sea, donde esté y como esté, lo primero que tiene uno que preguntarse a sí mis­mo es:

¿Por qué estoy en este lugar?

Mirar en detalle todo cuanto le rodea, el techo, las paredes, el piso. Esa observación no es sola­mente para el parque, la casa o el lugar descono­cido, sino que uno debe mirar su casa diariamente cada vez que entre en ella y a todo momento, como si fuera algo nuevo o desconocido.
Debe también preguntarse: ¿Por qué estoy en esta casa? Qué curioso, y mirar el techo y las paredes y e] suelo y los patios, etc., todo en de­talle, para hacerse la pregunta: ¿Por qué estoy en este sitio? ¿Será que estoy en astral? Y dar un saltito así como alargado con la intención de flotar.
Si la persona no flota, pero presiente que puede estar en cuerpo astral. entonces súbase a una silla o a una mesa no muy alta, un asiento, un cajón o algo por el estilo y dé un saltito para ver si así flota, porque hay veces que uno da el saltito alargado y sin embargo no flota, entonces lo me­jor es subirse sobre algo que le permita saltar y experimentar si flota tirándose al aire con la in­tención de volar. Es claro que si está en astral queda flotando y si no, pues todo queda igual.

No olvidar:

SUJETO -  OBJETO -  LUGAR

División de la atención en tres partes.

Si uno se acostumbra a vivir siempre con la aten­ción dividida en esas tres partes: sujeto, objeto y lu­gar, se acostumbra a hacerlo diariamente y a todo momento, de instante en instante y de segundo en segundo, pues esa costumbre se graba profundamente en la conciencia y por la noche, al estar ustedes dormidos, resultan haciendo el ejercicio lo mismo que lo hacen en el físico, entonces el resultado es el des­pertar de la conciencia.
Ustedes saben que mucha veces resulta uno hacien­do en la noche Jo mismo que está acostumbrado a hacer en el día. Muchos, por ejemplo, están trabajan­do durante el día en la fábrica, o de vendedores am­bulantes, o en la oficina, y por la noche se ven tra­bajando durante el sueño, haciendo exactamente lo mismo que hacen durante el día, sueñan que están en la fábrica, vendiendo o en la oficina, etc. Es claro que todo lo que uno haga en el día, lo hace en la no­che, es decir, resulta soñándolo en la noche.
Es cuestión, pues, de hacer la práctica durante el día, a todas horas, en todo momento o segundo, para lograr hacerla en la noche y despertar conciencia.
Es claro que cuando toda persona está dormida la esencia está lejos del cuerpo; entonces sucede que estando fuera del cuerpo o en astral, resulta repitien­do lo mismo que hace en el día. Y ¿qué tal? Uno despierta automáticamente, porque la práctica del ejercicio le da chispa a uno, queda despierto. Ya es­tando uno despierto en astral, puede invocar a los Maestros, llamar al Ángel Anael, por ejemplo, o a Adonai, el hijo de la luz y de la alegría, o al Maes­tro Kuthumi, para que vengan a instruirlo a uno, a enseñarle, etc., etc., etc., mis caros hermanos.
Lo mismo pueden llamar a cualquier otro Maestro, a Morya, al Conde San Germán, etc., etc., etc. y los que me invoquen a mt pueden estar seguros de que yo concurro al llamado, eso si estén seguros.
Así pues, les doy el sistema para recibir la ense­ñanza directamente y si quieren recordar las vidas pasadas, invoquen a los Maestros de la Logia Blanca, a Kuthumi, Hilarión, Morya, etc., y pídanles que ten­gan la amabilidad, la bondad de hacerles recordar sus existencias anteriores, hacerles revivir sus vidas pasa­das. Pueden estar ustedes seguros de que el Maestro les concederá su petición.
Este sistema que les doy a todos ustedes es para que reciban el conocimiento directo. Pueden viajar también al Tibet Oriental, pueden ir también al fondo de los mares, inclusive a otros planetas si quieren...
Así pues, este es el camino para recibir los conoci­mientos directos. Por este motivo es que yo les digo:
Despierten mis caros hermanos, despierten, despierten, no continúen así viviendo esa vida de inconscientes, de dormidos. Eso es muy triste, mis caros hermanos. Vean ustedes los dormidos cómo andan, inconscientes en el astral y después de la muerte siguen dormidos, inconscientes, soñando tonterías. Nacen sin saber a qué hora, mueren sin saber a qué hora. Yo no quiero que ustedes sigan así, en esa inconsciencia tan terri­ble. Quiero que ustedes despierten.
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