VII
LEY DEL TROGO-AUTOEGOCRATICO
En nombre de la verdad debo decir que existe una gran
ley, que se podría denominar así: Ley del Trogo Autoegocrático Cósmico Común.
Tal ley tiene dos factores básicos fundamentales: tragar y ser tragado.
Recíproca alimentación de todos los organismos. Incuestionablemente, el pez
más grande siempre se tragará al más chico, y en las selvas profundas el más
débil sucumbirá ante el más fuerte; es ley de la vida.
Por muy vegetarianos que fuéramos, en la negra
sepultura nuestro cuerpo sería devorado por los gusanos, y así se cumple la
ley del Eterno Trogo-.Autoegocrático Cósmico Común.
Indiscutiblemente, todos los organismos viven de todos
los organismos. Si descendemos al interior de la tierra, por ejemplo,
descubriremos un metal que sirve de gravitación para las fuerzas evolutivas e
involutivas de la naturaleza, quiero referirme en forma enfática al cobre
(Cu). Si aplicáramos el factor positivo de la electricidad a dicho metal, por
ejemplo, podríamos evidenciar con el sexto sentido procesos evolutivos
maravillosos, en las moléculas, en los átomos; mas si aplicáramos la fuerza
negativa, veríamos lo inverso, procesos involutivos muy semejantes a los de la
humanidad decadente de nuestros tiempos. La fuerza neutra mantendría, pues, al
metal en un estado estático o neutro.
Obviamente, la radiación del cobre también es
transmitida a otros metales que se encuentran en el interior de la tierra y
viceversa; las emanaciones de aquellos son recibidas por el cobre y así los
metales, en el interior de la tierra, se alimentan recíprocamente, he ahí la
ley del Eterno Trogo-Autoegocrático Cósmico Común.
Resulta maravilloso saber que la radiación de todos
los metales, entre las entrañas de la tierra en que se desenvuelven, es
transmitida a otros planetas del espacio infinito. Las emanaciones llegan al
interior, es decir, llegan a las entrañas vivas de los planetas vecinos de
nuestro sistema solar, son recibidas tales radiaciones por los metales situados
en su interior, y a su vez ellos también irradian y sus irradiaciones son
ondulaciones energéticas que llegan hasta el interior de nuestro mundo, para
alimentar a los metales de este nuestro planeta en el cual vivimos, nos movemos
y tenemos nuestro Ser.
Todos los mundos viven de todos los mundos, eso es
obvio, indiscutible, palmario, manifiesto, y sobre esta ley de la recíproca
alimentación planetaria se fundamenta el equilibrio cósmico; interesante esto,
¿verdad?, cómo alimentándose los mundos entre si, cómo viviendo unos de otros,
se ajusta un equilibrio planetario tan maravilloso y perfecto.
El agua en los mundos es, dijéramos, el alimento
básico para la cristalización de ésta gran ley del Eterno Trogo-Autoegocrático
Cósmico Común. Pensemos por un momento: ¿qué seria de nosotros mismos y de
nuestro planeta Tierra, qué sería de las plantas y de todas las criaturas
animales si el agua se acabara, se evaporara, desapareciera, finalizara? Obviamente
nuestro mundo se convertiría en una gran luna, en un cadáver cósmico, no
podría cristalizar la gran ley del Eterno Trogo-Autoegocrático Cósmico Común,
todas las criaturas fallecerían de hambre.
Esta gran ley se procesa, ciertamente, de acuerdo con
las leyes del Santo Triamanzikanno, o Triamenzano (el Santo Tres) y del
Sagrado Heptaparaparshinok (la ley del Siete). Obsérvese bien cómo se procesan
estas leyes: un principio activo, por ejemplo, se acerca a un principio
pasivo, o para ser más claro, la víctima (principio pasivo) es tragada por el
principio activo, esa es la ley ¿verdad? El principio activo seria el polo
positivo, el principio pasivo sería el negativo y un principio que concilia
ambos es la tercera fuerza, la neutra. La ley del Tres se conforma entonces
con los tres principios: Santo Afirmar, Santo Negar y Santo Conciliar. Este
último es la fuerza que concilia al afirmar con el negar y la víctima es
devorada, claro está, por a quien le corresponde de acuerdo con la misma ley,
¿entendido?
El tigre se traga, por ejemplo, al humilde conejo; el
tigre sería el Santo Afirmar, el conejo el Santo Negar y la fuerza que los
concilia a ambos es el Santo Conciliar, y se realiza entonces la ley del Eterno
Trogo-Autoegocrático Cósmico Común.
El águila, por ejemplo, seria el Santo Afirmar, el
pobre polluelo seria el Santo Negar; ella se lo traga a él y la tercera fuerza,
el Santo Conciliar, los concilia entre sí como un todo único. ¿Que es cruel esto?
Sí, pero aparentemente. Qué vamos a hacer, esa es la ley de los mundos; esta
ley ya ha existido, existe y existirá siempre. Ley es ley, y la ley se cumple
por encima de opiniones, conceptos, costumbres, etc., etc., etc.
Pero continuemos, porque es necesario ahondar un poco
más, penetrar más al fondo de este asunto. ¿De dónde viene realmente esta ley
del Eterno Trogo-Autoegocrático Cósmico Común? Yo digo que viene del activo Okidanok,
omnipenetrante, omnisciente, omnimisericordioso.
Ese activo Okidanok, a su vez, ¿de dónde emana?, ¿cuál
es su causa causorum? Indiscutiblemente, tal origen o causa no es otra sino el
Sagrado Absoluto Solar. Así pues, del Sagrado Sol Absoluto emana el Santo
Okidanok, y aunque él quede, dijéramos, dentro de los mundos, no queda
completamente involucrado dentro de ellos, no puede ser aprisionado, aunque para
su manifestación creadora necesite desdoblarse en las tres fuerzas conocidas
como positiva, negativa y neutra.
Durante la manifestación cósmica cada una de las tres
fuerzas trabaja independientemente, mas siempre
unida a su origen que es el Santo Okidanok.
Después de la manifestación, estos tres factores o ingredientes, positivo,
negativo y neutro, vuelven otra vez a fusionarse, a unirse con el Santo
Okidanok, y al final del Mahamanvantara el Santo Okidanok íntegro, completo y
total, se reabsorbe en el Sagrado Absoluto Solar.
Vean pues, ustedes, mis caros hermanos, el origen del
Eterno Trogo-Autoegocrático Cósmico Común. Partiendo de este principio queda
sin base, de hecho, el vegetarianismo. Obviamente, los fanáticos del vegetarianismo
han hecho de este una religión de cocina, y eso es ciertamente lamentable.
Los Grandes Maestros tibetanos no son vegetarianos y
el que dude de mis palabras, que se lea el libro titulado Bestias, Hombres y
Dioses, escrito por un gran explorador polaco, quien estuvo en el Tibet y fuera
recibido por los Maestros. Lo curioso del caso es que en banquetes y festines a
los cuales asistió figuraba la carne de res como alimento básico.
A los fanáticos del vegetarianismo les parecerán
absurdas mis palabras, sin embargo, Kozobzky, el autor del libro citado, se
alegrará porque verá que he comprendido este importante aspecto.
Es pues absurdo afirmar que los Grandes Maestros del
Tibet sean vegetarianos. Cuando el gran iniciado San Germán, Príncipe Rakoczy,
el Gran Maestro de la Logia Blanca que dirige el rayo de la política mundial,
trabajó durante la época de Luis XV, para hablar más claro, no se manifestó
como vegetariano, lo vieron en los festines comiendo de todo; algunos hasta
comentan cómo saboreaba la carne de pollo, por ejemplo. ¿De dónde ha salido,
pues, esta cosa del vegetarianismo?
Indiscutiblemente, la escuela. vegetariana está en
contra del Eterno Trogo-Autoegocrático Cósmico Común, eso es obvio. Por otra
parte, las proteínas animales en modo alguno deben ser despreciadas, son
indispensables para la alimentación.
Yo fui un fanático vegetariano y en nombre de la
verdad les digo que quedé desilusionado de ese sistema. Todavía recuerdo
aquella época en la Sierra Nevada, quise hacer que un pobre perro se volviera
vegetariano en un ciento por ciento, sí. El animal aprendió, se hizo al
sistema, pero ya que aprendió, murió. Sin embargo, observé los síntomas de
aquella criatura, la debilidad que presentaba antes de morir. Mucho más tarde,
en la vecina República de El Salvador, a mí se me presentaron los mismos
síntomas cierto día en que regresaba a casa subiendo por una larga calle que
tendía más bien a ser vertical que horizontal, pues tenía bastante pendiente.
Sudaba espantosamente y mi debilidad aumentaba horriblemente a cada paso, creí
que iba a morir. No me quedó más remedio que llamar a la Maestra Litelantes,
mi esposa, y pedirle que me asara carne de res; así lo hizo y comí. Mis
energías volvieron al cuerpo, sentí que volvía a vivir... Desde entonces me
desilusioné del sistema.
.Aquí en México conocí, precisamente, al director de
una escuela vegetariana, lo conocí en un restaurante vegetariano. Ese hombre
era alemán, su cuerpo fue debilitándose espantosamente, terriblemente hasta
presentar los mismos síntomas del perro aquel de mi experimento. El desdichado
señor al fin, terriblemente debilitado, murió.
Conocí también a Lavahniny, era yogui, gastrólogo y no
sé qué otras cosas más, fanático vegetariano insoportable; representaba aquí
en México a la Universidad de la Mesa Redonda. Con el vegetarianismo se fue
debilitando su organismo terriblemente, presentó los síntomas de aquel pobre
perro de mi experimento y murió.
Así pues, mis caros amigos, hermanos que lean este
libro, sepan que existe la gran ley del Eterno Trogo-Autoegocrático Cósmico
Común y que es inútil tratar de evadirnos de esta santa ley, que emana, como ya
dije, del activo Okidanok y no es posible alterarla.
No quiero con esto decir: debemos volvernos
carnívoros en forma exagerada, no; más vale que seamos un poco equilibrados.
Decía el doctor Arnoldo Krumm Heller que necesitamos comer un 25% de carne
entre los alimentos y en eso estoy de acuerdo con el Maestro Huiracocha.
Y repito: Por muy vegetarianos que nos volvamos, la
ley se cumple y cuando vayamos a la fosa sepulcral los gusanos se tragarán
nuestro cuerpo, gústenos o no, porque ley es ley; eso es obvio ¿verdad? Las
vacas son vegetarianas en un ciento por ciento y sin embargo, como dijera un
gran iniciado, jamás hemos visto una vaca iniciada. Si con dejar de comer carne
nos autorrealizáramos a fondo, puedo asegurarles a ustedes que aunque me
muriera dejarla de comer carne y todos la dejaríamos de comer. Pero nadie se
va a volver más perfecto porque deje de comer carne y algunos hasta dicen que
cómo van a meter dentro de su organismo elementos animales si ya están en la
senda de perfección, etc., etc., etc. Esos que dicen tales cosas ignoran su
propia constitución interna; más vale que coman un pedazo de carne y no que
continúen, precisamente, con los agregados animalescos que cargan dentro de su
psiquis.
El cuerpo humano tiene como asiento un cuerpo vital,
el lingam sarira del que hablan los teósofos; más allá de todo eso ¿qué es lo
que existe dentro de los organismos de estos humanoides vivientes e
intelectuales?, los agregados animalescos, aquel los psíquicos agregados que
personifican a nuestros errores, esos monstruos bestiales de nuestras
pasiones.
Pues bien, más vale eliminar a esos monstruos que
preocuparse por el pedacito de carne que se sirve en la mesa a la hora de los
alimentos. Cuando comemos carne de res o polio no nos perjudicamos en forma
alguna, empero con todos esos agregados bestiales que cargamos no solamente nos
estamos perjudicando a sí mismos, sino que perjudicamos también a nuestros
semejantes, eso es peor.
¿Es acaso poca cosa la ira?, ¿la codicia?, ¿la
lujuria?, ¿la envidia?, ¿el orgullo?, ¿la pereza?, ¿la gula? ¿Y qué diremos de
todas esas bestias que llevamos dentro y que representan a la murmuración, la
calumnia, la chismografía, etc., etc., etc?
Mejor es que no nos lavemos tanto las manos presumiendo
de santos. Ka llegado la hora de volvernos más comprensivos. Lo importante es
morir en sí mismos, aquí y ahora; sin embargo no quiero por ello tampoco negar
la selección de los alimentos. En modo alguno aconsejaría yo, por ejemplo,
carne de cerdo, ya se sabe que ese animal es leproso y que tiene una psiquis
demasiado brutal, que perjudica a nuestro organismo.
Conviene el alimento sano, carne de res, de pollo,
pero jamás sin llegar a los excesos, porque estos son dañinos, perjudiciales.