miércoles, 2 de abril de 2014

VIII EJERCICIOS DE LAMASERIA



VIII
EJERCICIOS DE LAMASERIA

Es necesario saber que en el cuerpo humano, en el organismo celular, existen algunos chakras que po­dríamos denominar específicos, especiales para la vi­talidad orgánica; son una especie de vórtices por los que entra el prana, la vida, a nuestro organismo, a saber: el occipital, el frontal, el laríngeo, el hepático y el prostático; además existen otros dos que se co­rresponden con las rodillas. Estos 7 chakras son bási­cos, repito, para la vitalidad del organismo físico y por ellos entra el prana, la vida, al cuerpo vital, asiento de toda actividad orgánica.
El chakra laríngeo, por ejemplo, guarda estrecha relación con el prostático, por ello es que la voz, la palabra, debe ser cuidada. Hay que evitar cuidadosa­mente los sonidos chillones de la voz, o demasiado bajos. Si observamos la vida de muchos ancianos de­crépitos, podemos perfectamente verificar que emiten muchos sonidos, dijéramos, chillones, y esto falsea su potencia sexual o indica a la vez impotencia. Lo mis­mo sucede con aquellos sonidos demasiado graves, cavernosos, también falsean la potencia sexual. La voz del varón, pues, debe mantenerse dentro de lo normal y la de la mujer ni demasiado baja, ni chillo­na, porque esto falsea la potencia sexual, debido a la íntima -relación existente entre la laringe propia­mente dicha y el centro sexual.
Podría argumentarse que la mujer no tiene próstata y así es, pero tiene un chakra que se relaciona con el útero, el cual juega un papel muy importante en ella, tan importante como el chakra prostático en el hombre, a este chakra en la mujer podríamos llamar­lo chakra uterino, y ya sabemos la importancia del útero en la mujer.
Hecho este corto preámbulo, vamos a narrar, para bien de nuestros hermanos gnósticos, algo que es de suma importancia a manera de información.
Resulta que en la India vivía hace algún tiempo un coronel inglés retirado del servicio militar; era un hombre de unos setenta años, tenía un amigo jo­ven. Aquel coronel oyó hablar de una lamasería que existía en el Tibet, en donde la gente, se volvía jo­ven, donde muchos llegaban viejos y se iban jóvenes.
Lo primero que debemos hacer es buscar la salud, porque un cuerpo sano sirve para todo, aguanta con todo y responde en todo momento para exigirle tra­bajo material y espiritual. Así que primeramente hay que curar el cuerpo y mantenerlo alentado durante toda la vida; lo otro es mantenerlo en buenas condi­ciones, porque ¿qué hace uno con un cuerpo enfermo? Es obvio que un esoterista, un iniciado, no debe estar enfermo jamás. Las enfermedades y los problemas tormentosos son para las personas que no están en el real camino. El que está en la senda no debe es­tar decrépito ni enfermo, eso es claro.
De manera que hay una serie de ejercicios esotéri­cos muy importantes. En el esoterismo se ha hablado mucho, por ejemplo, sobre Kundalini Yoga, sobre el Viparita-karana-mudra, se ha hablado sobre los dervi­ches danzantes, o sea, los derviches-torbellino. En el Pakistán, en la India, hay derviches que saben reali­zar ciertas danzas maravillosas y por medio de las mismas despiertan ciertos poderes, desarrollan ciertos chakras. Es urgente conocer todo eso si uno quiere llegar a tener un cuerpo joven o quiere desarrollar los chakras. Entonces vamos a ver esta serie de ejer­cicios.
Los jóvenes no aprecian lo que vale la juventud porque están jóvenes, pero los viejos sí aprecian esa riqueza que es la juventud. Sin embargo, con estos seis ritos que vamos a practicar, un viejo puede re­juvenecerse. Es claro que con estos ritos una persona joven puede mantenerse así, y si está viejo puede volver a la juventud.
Con estas prácticas cualquier persona puede curarse de sus propias dolencias. Aquí veremos el Mayurasa­na, la posición de rodillas, la posición de mesa, que se ve en algunas ruinas sagradas, etc., etc., etc. Es una síntesis de ejercicios esotéricos, con documenta­ción en la India, Persia, Pakistán, Turquestán, Yuca­tán, México, etc. He visto algunas publicaciones por ahí, pero no enseñan la fórmula ampliamente equili­brada que se necesita.
Con estos ejercicios hombres de setenta años pue­den quedar, por ejemplo, convertidos en personas de treinta y cinco o cuarenta años. Se me dirá que por­qué yo no demuestro ñoca edad; sencillamente porque no estaba interesado en conservar mi cuerpo físico, mas ahora de que estoy informado de que tengo que conservar este cuerpo por tiempo indefinido para po­der iniciar la Era del Acuarius, es obvio que tengo que practicar tales ejercicios.
Alguna vez vi por ahí un publicación que me envia­ron desde Costa Rica, esta contenía tales ritos, por­que estos ritos no son patrimonio exclusivo de nadie. Hay pues algunas lamaserías en los Himalayas y en otros sitios donde se practican, sobre todo en una la­masería que se llama “El Manantial de la Juventud”, pero claro está que a pesar de practicar allá muchos ejercicios no encontré toda la documentación de los mismos en la citada publicación.
También encontré algunos datos recogidos de la misma lamasería, que yo conozco muy bien, como también conozco otras escuelas que hay en el Indos­tán; no es sino tomarse la molestia de viajar un poco por el Turquestán, Persia, Pakistán, etc., y allí se conocerá algo sobre los derviches danzantes o torbe­llinos, etc.
Hay que meditar un poco sobre lo que simboliza estar uno de rodillas; uno de niño practica incons­cientemente ciertos ejercicios. En todo caso veía yo en esa publicación un relato bastante interesante. En esta revista de marras contaban el caso del coronel inglés, el que a la edad de 70 años, allá en la India, supo que por allá en el Tibet existía una lamasería donde la gente podía rejuvenecerse. y decidió salir en su búsqueda. Invitó a un amigo que tenía, pero su amigo era joven; claro, no le quiso hacer caso pues diría que para qué, siendo joven, con qué objeto iba él a buscar dónde rejuvenecerse.
El día de la partida del pobre viejo su joven ami­go, como es de suponerse, se rió bastante al ver al pobre vejete de 70 años con su bastón, su cabeza calva, unos pocos pelos blancos, muy viejo, viajando rumbo a los Himalayas en busca de la juventud. El joven amigo pensó para sus adentros: Qué curioso es­te pobre viejo, ya vivió su vida y quiere volver a vi­vir otra vez. Claro que lo vio irse y lo único que le causó fue risa.
Lo curioso del caso es que pasados más o menos unos cuatro meses, recibió el joven amigo del coronel una carta del viejo, donde le informaba que ya estaba sobre la pista de esa lamasería, llamada El Manantial de la Juventud. Pues le causó risa y así quedó la co­sa.
Lo cierto fue que cuatro años más tarde sucedió algo que no era motivo de risa: alguien golpeó a la puerta de la casa del joven, el que salió a abrir:
-A sus órdenes. ¿Qué desea?
El recién llegado, que parecía un hombre de unos 35 ó 40 años, dijo:
-Soy el coronel fulano de tal.
-¡Ah!... -dijo el joven-, ¿usted es el hijo del coro­nel que se fue por allá para los Himalayas?
-No -le respondió-, soy el mismísimo coronel.
-Pero, cómo va a ser posible, si yo conozco al co­ronel, es mí amigo y es un pobre viejo, usted no está viejo.
-Le repito, soy el coronel que le escribiera una carta cuatro meses después de mi partida, informán­dole que ya había encontrado la pista para llegar a la lamasería. Le mostró al joven su documentación y este, claro, quedó asombrado.
Lo curioso es que el tal coronel, allá en los Hima­layas, vio a muchos jóvenes de los cuales se hizo amigo, allá en la lamasería “El Manantial de la Ju­ventud1t. No habla ningún viejo ahí, todos eran jóve­nes; el único viejo era él, los demás eran personas de 30, 35 ó 40 años de edad. Pero después, cuando ya se hizo bien amigo de muchos, descubrió que to­dos ellos tenían más de 100 años de edad, es decir, que todos eran más viejos que él, pero ninguno tenía apariencia de viejo.
Claro, el coronel quedó asombrado. Se sometió a la disciplina esotérica de la lamasería y logró recon­quistar la juventud.
Todo este relato lo vi en esa publicación que me enviaron, pero yo conozco personalmente esa lamase­ría. He estado allí, es un edificio bastante grande, con inmensos patios; en un patio trabajan los varones y en el otro trabajan las iniciadas. No solamente hay mujeres  tibetanas  iniciadas,  sino  también inglesas, francesas, alemanas y de distintos países europeos en esa lamaseria.
Conozco todos los ejercicios que allá se enseñan desde los antiguos tiempos. Los movimientos torbelli­nos los he conocido donde los mahometanos, que cons­tituyen parte de los aspectos esotéricos del mahome­tanismo y que practican, como ya lo dije, los dervi­ches danzantes.
En cuanto a la posición de rodillas, es la de la mística esotérica, movimientos técnicos especiales; la posición de mesa se encuentra en Yucatán; la posi­ción que algunos llaman “lagartija”, que es un ejerci­cio que sirve para reducir el abdomen, tiene docu­mentación en el Indostán, en el Kundalini Yoga, se le llama sencillamente Mayurasana.
La posición de piernas hacia arriba tiene vasta do­cumentación, es conocida siempre como el Viparita­-karana-mudra y se la encuentra en muchos textos sa­grados. Existe también el famoso Vajroli-mudra, que sirve para la transmutación sexual de los solteros, como también ayuda mucho a los que trabajan con el Sahaja Maithuna.
No es pues esta serie de ejercicios propiedad ex­clusiva de una sola persona. Se han hecho, como di­go, muchas publicaciones, mas muy pocos son los que conocen la parte esotérica de los mismos.
Yo conozco la parte esotérica, no únicamente por lo que haya dicho la citada publicación de Costa Rica ni muchas otras que hemos visto y que hablan de es­tos ejercicios, sino desde hace muchísimo tiempo a­trás;  la conozco  prácticamente  desde la Lemuria, porque, por ejemplo, el Viparita-karana-mudra lo prac­tiqué intensivamente cuando estuve reencarnado en el Continente Mu o Lemuria y sé que tiene mucha importancia.
Los lamas que trabajan en la lamasería El Manan­tial de la Juventud practican tales ritos: Usan la al­fombrilla de la oración, una pequeña alfombra sobre la cual se pueden hacer los ejercicios. Se acuestan, se arrodillan, se sientan, etc. y a cada posición o sa­dhana le corresponde su meditación u oración, es de­cir, a cada cambio de posición le corresponde una intensificación en cualquiera de los aspectos místicos, según de lo que se trate.


CURACIÓN POR EL ESPÍRITU SANTO

La Divina Madre Kundalini es el objeto central de toda sadhana. Cuando uno está haciendo estas prácti­cas, está en perfecta concentración, en oración, su­plicándole, rogándole a la Divina Madre por la nece­sidad más apremiante. Por medio de Ella puede uno pedir al Logos; Ella intercede ante el Logos, pide con uno, suplica para uno. Ella tiene gran poder.
Uno le suplica a Ella, a la Divina Madre, que in­terceda por uno ante el Tercer Logos (Espíritu Santo) y que le suplique al Logos la curación, el despertar de la conciencia, el despertar de tal o cual chakra, etc.
Cada posición es diferente y significa intensificar la oración, la súplica, el ruego. En estas prácticas de meditación, concentración y súplicas bien puede uno pedirle a su Divina Madre Kundalini que Ella, por su propia cuenta, invoque a su Divino Esposo, al Divino Tercer Logos, Sacratísimo Espíritu Santo. Bien sabe­mos que el Esposo de la Madre Divina es el Espíritu Santo.
Hay que rogarle, suplicarle intensamente a la Ma­dre Divina, para que Ella suplique y ruegue a su Di­vino Esposo que nos cure, nos aliente de cualquier enfermedad o dolencia que nos aqueje. Entonces Ella se concentrará en el Logos, su Esposo, el Archi Hie­rofante o Archimago, como se le llama, para que ven­ga y sane tal o cual órgano enfermo que nos impida dar rendimiento.
En esos momentos debe uno identificarse con el Logos, con el Espíritu Santo y en forma tremenda, imperiosa, ordenarle al órgano que está enfermo, di­ciéndole:

¡SANA! ¡SANA! ¡SANA!
¡TRABAJA! ¡TRABAJA! ¡TRABAJA!

Hay que hablarle a ese órgano con fe verdadera, con energía, con valor, pues tiene que sanar forzosa­mente. Hay que concentrarse decididamente en cada célula del órgano enfermo, en cada molécula, en cada átomo, en cada electrón del órgano enfermo, orde­nándole que trabaje, ¡que se sane!, ¡que se cure! y profundamente concentrado en el Logos, plenamente identificado con el Espíritu Santo, que en esos mo­mentos está haciendo la curación, sanando el órgano enfermo. Así ese órgano tendrá que sanar, tendrá que curarse, eso es obvio.
Así pues, es aconsejable que cada quien aprenda a curarse por sí mismo. Mediante la fuerza del Espíritu Santo uno puede llegar a curarse a sí mismo, a sa­narse de cualquier enfermedad. Eso de andar enfermo es muy triste, muy doloroso y el que anda en la sen­da no tiene por qué estar enfermo.
Con estos ejercicios, pues, se desarrollan los cha­kras y por otra parte se sana el organismo. Hay cha­kras importantísimos, está el occipital, por ejemplo, que es una puerta por donde entran fuerzas. al orga­nismo; el frontal es otra puerta por donde las fuerzas vitales penetran - al organismo cuando se desarrollan los chakras. El laríngeo que, como ya dije, tiene ínti­ma relación con el prostático, que es el del sexo; estos dos chakras son importantes para la salud del or­ganismo. Está el chakra del hígado que, como se sa­be, es un verdadero laboratorio; hay que desarrollarlo para que el hígado trabaje correctamente, porque cuando el hígado trabaja bien, el organismo marcha muy bien.
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